Por Sebastián Pattin (*)
En el marco de la 109° Conferencia Internacional del Trabajo, el papa Francisco sostuvo, como hiciera ya en Fratelli Tutti (2020), que la propiedad privada se encontraba subordinada al derecho superior constituido por el destino universal de los bienes de la tierra. En Argentina se abrió un debate en torno al carácter de la propiedad privada en el cual se discutió no sólo los fundamentos bíblicos o teológicos, sino también se especuló sobre si las palabras de Bergoglio buscaban legitimar la ocupación de tierras en distintas provincias del país. En otras palabras, los pronunciamientos del papa de la Iglesia católica universal son leídos en relación exclusiva con la realidad política argentina.
A partir de un breve repaso por la recepción de Fratelli Tutti y la última declaración de Francisco en otros países, bien se podría constatar que, en general, despiertan conflictos intestinos en cada iglesia nacional. A grandes rasgos, quienes interpretan que Francisco pervierte la doctrina católica sea en Francia, Italia, Alemania o Estados Unidos, consideran que este tipo de declaraciones confirman sus sospechas y desconfianzas contra un “papa rojo”.
Por otro lado, quienes comprenden su papado como un giro eminentemente pastoral enraizado en un catolicismo popular, sostienen la declaración como una suerte de pronunciamiento moral frente a las perniciosas derivas del mercado y el empobrecimiento de grandes porciones de la población mundial en plena pandemia. Así también pareciera prudente señalar que el papa ha recibido críticas provenientes de distintas sensibilidades católicas por temas como el llamado “lobby homosexual”, el sacerdocio de las mujeres, la participación de divorciados en la Eucaristía y el celibato sacerdotal, entre otros, que exceden la política y la economía.
Por otro lado, pareciera adecuado comprender el papado de Francisco a partir de una escala global. El papa se pronuncia urbi et orbi, es decir, a Roma y al mundo. No solamente tiene como público proyectado las tribunas argentinas, bien ávidas por redescubrir temas o figuras que permitan alimentar los antagonismos, sino también responde a situaciones bien ajenas o simplemente desconocidas para la vida cotidiana argentina.
¿Acaso se considera que la declaración podría estar tomando en cuenta la situación de los pueblos originarios en el Amazonía? ¿O Francisco está pensando en cómo se va a resolver el conflicto en torno al oleoducto Keystone XL entre Estados Unidos y Canadá que atraviesa tierras pertenecientes a poblaciones nativas? ¿O tal vez reflexiona también sobre el obispo alemán Franz-Peter Tebartz-Van Elst acusado de gastos opulentos? ¿O quizá reflexiona sobre los escándalos financieros por la compraventa de inmuebles en Londres de la mano del cardenal Angelo Becciu? Si bien cada una de las preguntas pareciera referir a universos culturales y territoriales bien distintos, se entrecruzan a partir de la relación que se establece entre la propiedad privada y la función social, concepto que la Iglesia desarrolló mucho antes que Francisco llegara al asiento petrino.
Jorge Mario Bergoglio no pareciera haber innovado en la tradición católica. Por ello, sería adecuado situarlo en su marco histórico-institucional. Es decir, ¿qué viene enseñando la Iglesia al respecto? La Doctrina Social de la Iglesia ha sostenido la legitimidad y la necesidad de la propiedad privada, véase Rerum Novarum (1891) de León XIII y Quadragesimo Anno (1931) de Pío XI, pero ha señalado también los limites que plantea la función social. A lo largo del siglo XX en documentos como Mater et Magistra (1961) de Juan XXIII, Populorum Progressio (1967) de Pablo VI y Laborem Exercens (1981) de Juan Pablo II, se delineó el concepto reactualizado por Francisco. El derecho fundamental sería bajo esta perspectiva el uso común de los bienes de la tierra. Por ello, no se cuestiona la propiedad privada per se o en abstracto, sino que se sostiene la legitimidad a partir de su función o servicio. Así también podríamos mencionar que se ha considerado la expropiación siempre y cuando sea causada por una necesidad del bien común y a cambio de una indemnización justa. ¿Se podría acusar a los todos los papas aquí mencionados de comunistas o “papas rojos”?
En ese sentido, Francisco ha reiterado, tal vez a partir de un catolicismo permeado por conceptos propios de la lucha contra el cambio climático, una posición histórica de la Iglesia católica sobre la importancia del destino universal de los bienes de la tierra. ¿Por qué no comprender Fratelli Tutti (2020) como una continuación de Laudato si’ (2015)? El presente y el futuro de la humanidad parecieran vincularse también con la salud de la tierra.
Bien podríamos preguntarnos por qué no se recuperó en Argentina la exhortación del papa para garantizar condiciones decentes y dignas de trabajo atendiendo sobre todo las situaciones de jornaleros, migrantes, refugiados y trabajadores de sectores informales. ¿Por qué el llamamiento realizado por Francisco a una humanización de las condiciones laborales en los albores del siglo XXI ha sido silenciado en Argentina?
(*) INHUS-CONICET-UNMDP